Nacer no es simple, es un trabajo duro y a veces los bebés se sienten agobiados en el proceso de su nacimiento. El bebé es un ser completo, de hecho desde el momento de la concepción es un ser consciente. Como embrión, como feto, de bebé y de niño somos seres completos. En la etapa prenatal, durante los 9 meses de gestación ya estamos experimentando la vida. Las experiencias de mamá son nuestras experiencias.
Como he nombrado antes, nacer es un acontecimiento traumático (entendiendo trauma como un estrés muy fuerte) pero no todo nacimiento tiene porque ser traumatizante. Cuando de forma natural el bebé inicia el parto, se dan una serie de acontecimientos los cuales pueden dejar improntas en nuestro organismo. Nos vemos sometidos a fuertes presiones (contracciones) y nuestros tejidos, membranas durales, huesos, se contraen. Si la mamá se encuentra en un ambiente tranquilo, respetuoso, se siente confiada en ella misma y en su bebé, las contracciones y la dilatación se irán desarrollando de manera rítmica y armónica, al tiempo que la descarga de hormonas como la oxitocina y las endorfinas (las cuales nos ayudan a lidiar con el dolor) se irán dando a su debido tiempo. Pero si se dan situaciones alrededor del parto donde la madre conecte con un estado de alerta, ya sea por un padre nervioso, familiares, excesivo ruido o quizá, lo más importante, conecte con patrones de experiencias de vida no resueltas tales como sentimientos de no valía, de no ser capaz de llevar a término las cosas, miedos…pueden ocasionar que el parto se pare o que se haga largo y dificultoso. En estos casos el bebé puede sufrir excesiva compresión en determinadas partes de su cuerpo, quedarse retenidos durante demasiado tiempo en una posición y eso conllevar un exceso de estrés en su sistema nervioso y tejidos.
El nacimiento es una experiencia intensa para la madre y con frecuencia también para el padre, ambos deberían tener la oportunidad de expresar e integrar lo que han vivido. A veces quedan asuntos pendientes en torno al nacimiento y los padres pueden sentirse abrumados, avergonzados, enfadados o confundidos.
Estar con un bebé que ha experimentado una situación difícil durante su nacimiento, se hace más complicado tranquilizarlo y reconfortarlo. Y esta situación puede evocar sentimientos y reacciones de frustración, ansiedad, depresión, ira, culpabilidad, cansancio, etc. En una situación como ésta toda la familia necesita ayuda para entender lo que está ocurriendo y saber cómo comportarse para dar apoyo al recién nacido.
El trauma natal no tratado puede comprometer la salud de tu bebé y afectar sus pautas de sueño, amamantamiento, sus estados emocionales, su llanto y su estado de bienestar general.
Algunas alteraciones que podemos observar producidas por tensiones no resueltas, pueden ser las causantes de:
- dificultades para orientarse
- se asusta fácilmente ante un sonido
- hipersensibilidad al acercamiento o contacto
- deseo de no ser cogido en brazos
- cólicos del lactante
- estreñimiento
- problemas para amamantar
- dificultades en conciliar el sueño
- llanto inconsolable
- etc,
Desde que nacemos queremos contar nuestra historia. El bebé quiere contar la historia que ha vivido durante su experiencia al nacer. Nos podemos imaginar a nosotros mismos con algún problema yendo a contárselo a un amigo, pero cual es nuestra sorpresa cuando nuestro amigo más allá de escucharnos nos hace partícipes de su historia (preocupaciones, problemas) y nos vamos de amigo en amigo intentando que alguien escuche. Que alivio cuando alguien simplemente está ahí, presente, escuchando ¡por fin! He podido contar mi historia y soltar aquella experiencia de vida que no había digerido. Una vez contada, el bebé puede asentarse en sí mismo, ocupar su espacio y estar plenamente presente. Si el bebé no puede encontrar el espacio para comunicar su experiencia, se establecerán improntas que no dejarán que se exprese plenamente, y al no ser resueltas éstas improntas crearán patrones que le marcarán en su evolución como ser humano (falta de decisión, miedo al fracaso …).
Ciertamente cuando se le otorga un espacio, un contacto seguro, sin intención de resolver nada, sin juicios, simplemente permitiéndole ser, el bebé nos muestra con gestos, arrullos, con todo su cuerpo, incluso con su llanto aquella experiencia vivida demasiado estresante o dolorosa, durante su etapa prenatal o durante su nacimiento.
Manteniéndome centrada, aceptando al ser que es tal y como es, estando presente y simplemente escuchando he visto a bebés comenzar a mantener un vínculo más afectivo, más cercano y seguro con sus madres, a la vez que resuelven patrones inerciales en sus tejidos. Mi experiencia me ha enseñado que cuando esas vivencias natales demasiado difíciles para el bebé se curan, los niños se relajan y se sienten más cómodos en sus cuerpos, maman y duermen bien, parecen más felices y son capaces de vincularse de manera más segura con sus padres.
Mi trabajo es el de observar y reconocer las señales y ritmos del neonato, las respuestas que demuestran atención (la dirección en que dirige su atención hacia el mundo externo y cómo retira la atención del mundo externo), los estados de conciencia, las pautas de movimiento, los comportamientos reflejos, la tonalidad musculoesquelética y los cambios de tono de hipertónico a hipotónico, las expresiones verbales (murmullos, arrullos, risas, diferentes llantos), expresiones faciales y preferencias posturales.
Dar apoyo a los padres ayudándolos a confiar en sus instintos, estar presentes en la relación con sus hijos, calmados ante su llanto, a sentir que como padres somos capaces de escuchar sin tratar de cambiar sus emociones. La aceptación es un gran beneficio.
Ser escuchado es ser sanado