Un bebé es completamente consciente en el momento del nacimiento. De hecho, se conoce que momentos después de la concepción del ser humano, éste es únicamente humano en forma, posición y estructura (Blechschmidt 1977). En cada fase del desarrollo, ya bien si es un embrión, un feto, un recién nacido, un niño, etc. un ser humano está entero y completo. Incluso el recién concebido es consciente y capaz de experimentar dolor y placer. Tiene la capacidad de tomar decisiones incluso sin un sistema nervioso. El estudio de embriología nos enseña este principio: la integridad es nuestro derecho de concepción. Aún así, por el camino el embrión humano experimenta tensión y trauma. Nos desarrollamos a través de ciertas fases específicas, las cuales se han documentado bien tanto en la embriología como en la psicología del desarrollo. Dentro de estas fases de desarrollo existen numerosas diferenciaciones específicas que ocurren y que nos dan nuestra singularidad individual y personalidad. Sin embargo, cuando nosotros experimentamos tensión, trauma o shock (conmoción) en cualquier fase de la vida, pero sobre todo durante el período pre y peri-natal, allí pueden existir consecuencias devastadoras para nuestra salud a lo largo de nuestra vida. Este hecho se declaró recientemente en la portada de la revista Time en septiembre de 1999.
Junto a estas consecuencias de trauma prenatal y shock, tales como el cigarro maternal y uso del alcohol, los pensamientos de aborto, la adopción y otros, existe todavía otro obstáculo que cruzar. Nosotros debemos nacer nueve meses después de ser concebidos. Aquí en el Oeste la medicación en el proceso de nacimiento, mientras que salva vidas también deja cicatrices en la mente y cuerpo del bebé y futuro adulto. Emerson (1999) declara que el 95% de nacimientos occidentales implican shock y trauma para el infante. Este número en sí mismo es espeluznante. Este capítulo no trata sobre lo correcto o incorrecto de las prácticas occidentales del nacimiento; trata sobre el uso de la terapia craneosacral en el encuentro con la dinámica del nacimiento, ya bien en un adulto o en un niño, desde el punto de vista de la psicología pre y peri-natal. ¿Cómo el terapeuta craneosacral encuentra el shock y el trauma en un bebé o el bebé en el adulto y lo lleva a cabo de manera que permita que la solución se produzca?
Me he encontrado con numerosos protocolos para tratar a bebés y niños utilizando la terapia craneosacral. Mi experiencia se extiende a lo largo de los últimos veinte años con un enfoque particular sobre los bebés y niños con daños cerebrales y/o retrasos de desarrollo. Los protocolos que yo he aprendido en el pasado, a la vez que valiosos para algunos niños, no fueron menos formalistas y biomecánicos en naturaleza de lo que frecuentemente inhabilita al niño. Un conjunto de técnicas diferentes necesita ser aprendido e incorporado en el tratamiento de recién nacidos y de quién experimenta shock y trauma en el útero y durante el nacimiento. La primera parte de estos capítulos de terapia craneosacral pediátrica trata sobre cómo hacer el contacto bien-limitado con un bebé (o el bebé en el adulto). El principio es respetar la consciencia del bebé y por consiguiente la terapia craneosacral pediátrica es terapia centrada en el bebé.
Para empezar el terapeuta deben entender que el recién nacido es indiferenciado de la madre. El bebé está activamente envuelto en un proceso llamado auto-apego (self-attachment) y de vinculación. Este proceso es el fundamento del amor. Ello incluye el desarrollo somático y neurológico así como la integración de emociones, el cual es el trabajo neurológico primario en los primeros dos años de vida. La madre y padre son parte del campo metabólico del niño. El bebé debe cuidar de los padres a su vez para asegurar su propia seguridad y protección. Este principio de crecimiento es una fuerza muy potente en el bebé: cuidar de la madre o del cuidador primario. Yo he visto a menudo un bebé que intenta acariciar o abrazar a su madre de una manera reconfortante cuando sienten que ella está bajo la tensión.
Igualmente los padres deben proteger y dar recursos al infante tanto como sea posible mediante el tacto físico nutritivo, mirando fijamente a los ojos (lo cual desarrolla el hemisferio derecho del cerebro), el reflejo verbal y una multitud de técnicas de contacto no-verbales. Estas conductas o instintos apoyan el desarrollo saludable del bebé en este tiempo crítico de su nueva vida. Por lo tanto, el primer papel del terapeuta es evaluar el shock y trauma en el sistema familiar completo así como la serie de auto-apego y de vinculación. La madre es el recurso primario y debe ser apoyada en una sesión de tratamiento tanto como el bebé. ¿Se están vinculando vía el amamantamiento, etc.? ¿Dónde está la tensión en su relación?.
El suministro de recursos al bebé a través del contacto de ojos es crucial. Si el bebé y la madre no son capaces de mantener profundamente las miradas entre sí, puede ser un indicador de shock. La madre y el infante metabolizan cada uno los estados de sentimientos a través del contacto no-verbal como el mirar fijamente a los ojos, el contacto piel con piel, el entrainment respiratorio y cardiovascular (Schore 1996). El bebé ayuda a absorber y procesar los estados emocionales de la madre tanto como la madre absorbe y procesa al bebé a través de su propia mente y cuerpo. Ellos están juntos unidos metabolicamente, cada uno ayuda al otro por medios similares. Igualmente, el terapeuta entra en el campo metabólico y empieza a interactuar o considerar los lugares difíciles en la relación del bebé-madre. En capítulo cuatro de esta serie sobre Terapia Craneosacral Pediátrica, entraré algo en detalle entorno a este proceso de co-metabolismo.
El terapeuta debe averiguar la historia del nacimiento pero sin el bebé presente. De no ser así, puede ser retraumático para el bebé. Recuerde, los bebés oyen y entienden todo pero a su propia manera. Los bebés experimentan y procesan el mundo con su cuerpo entero. Nosotros construimos una imagen del cuerpo según el mundo se comunica con nosotros a través de nuestra piel hasta nuestro tejido blando interior y sistemas de fluido, la cuna de nuestro conocimiento del mundo interior de quiénes somos. Nuestro cuerpo es nuestro ego original en los seis primeros años de vida. El sistema límbico, sobre todo la amígdala que es el principal indicador de emociones, es bastante activo en los bebés y directamente conectado al hemisferio derecho, la corteza emocional. Las primeras sesiones de terapia craneosacral con un niño suponen un proceso de descubrimiento y observación de estas profundas interacciones físicas y emocionales. El terapeuta debe aprender a apoyar a la madre y a su niño, especialmente permitiéndole al niño tener a mano el contacto físico con ella. Por tanto, las primeras sesiones de terapia craneosacral son más de observación y contenidas.
El terapeuta observa cómo la historia de este nacimiento se desarrolla entre la madre y niño y se siente lentamente dentro del campo de amor y vínculo que se crea momento a momento. Realmente disfruto de presenciar el vínculo madre-bebé. Es tan increíblemente cariñoso y tierno. El niño necesita estar totalmente informado del propósito de su visita con el terapeuta. El terapeuta craneosacral debe hablar en primera persona al bebé. «¿Sabes lo que hago?» El terapeuta explica al niño lo que ellos hacen y quiénes son. Los bebés son bastante capaces de responder a esta información excepto con ciertos tipos de shocks. A menudo agitan a sabiendas su cabeza de lado a lado para indicar «no». Así el terapeuta observa cuidadosamente el estilo de comunicación del infante. Los nenes usarán su cuerpo entero para responder a una pregunta o comentario. Ellos también hablarán verbalmente con el terapeuta. Las habilidades de conversación son emocionalmente basadas y desarrolladas en el ego del cuerpo, es decir la piel, músculos, los tonos vocales, los micro y macro movimientos, etc. Puede llevar una sesión o dos hasta que el terapeuta intuya el singular estilo de comunicación del bebé. Es igualmente importante realizar preguntas y comentarios al bebé de cierto modo para que sólo requiera respuestas de sí y no. El bebé apenas pasó por una muy intensa experiencia y quiere contar la historia. Alguien necesita escuchar y el bebé necesita saber que esta siendo escuchado para que la curación ocurra.
Mientras que el terapeuta habla de su o sus intenciones con el bebé, se empieza a prestar especial atención a los patrones de movimiento físico del niño. El fin de seguir la pista a estos movimientos es ver hasta dónde se extiende el espacio personal del bebé, a través de la extensión que es capaz de crear con sus brazos. Movimientos espasmódicos, abruptos y descoordinados son a menudo señales de shock. Cuando el terapeuta tiene un cuadro claro del espacio físico dentro del cual el bebé habita, entonces el contacto se negocia en ese punto en espacio. El terapeuta pide permiso para tocar al infante. A menudo un bebé dirá no al principio con un movimiento definitivo de cabeza, cuerpo o una vocalización. Siga la iniciativa del bebé y hable un poco más con ellos de por qué el tacto es importante. Aquí esta la clave: Es importante para el terapeuta dejar cualquier intención de ser clínico con sus manos en las primeras sesiones de terapia craneosacral. La intención real es establecer la seguridad y confiar en el bebé, para que así el contacto físico se contenga en bondad amorosa en lugar del levantamiento del hueso frontal, etc. El trabajo estructural viene después; la evaluación del shock, trauma y la serie de vinculación es lo primero. La terapia es mas bien juguetona que clínica.
Cuando se realiza el primer contacto en la periferia del espacio físico del niño este normalmente se hace tocando parte de su mano. El terapeuta pregunta verbalmente si ese tacto es cómodo. Entonces el terapeuta empieza a seguir los gestos del bebé jugueteando mientras reconoce y refleja al infante. El terapeuta debe localizar si el contacto está activando simpáticamente al bebé. Siempre el terapeuta dejará que el bebé recurra a la madre. A menudo un infante empujará o quitará la mano del terapeuta cuando quiere tomar un descanso. He visto que a los niños les gusta tomar un descanso bastante a menudo sobre todo si ellos cargan con un shock y trauma. Esto podría incluir la transferencia sobre el terapeuta como sobre el obstetra que asistió al bebé en el parto. Este desligue de contacto debe permitirse y realmente debe animarse.
El infante debe ganar siempre cuando ellos expresan una necesidad especialmente con respecto al límite alrededor del contacto físico. El terapeuta observa cuidadosamente el ciclo del sistema nervioso automático según entra en activación y calma. Éste es un principio importante: la capacidad del terapeuta para observar el sistema nervioso autonómico. Puede existir un pequeño valor ganado desde una intervención terapéutica hasta que el terapeuta tiene claro cómo el bebé se suministra recursos propios internamente y externamente. ¿Cómo el niño se establece o se realimenta una vez que ha sido activado? ¿Está hambriento el bebé o necesita que le coja la madre?
A menudo los bebés con shock llegaran a inquietarse muy de repente durante el juego o contacto con el terapeuta. Si esta activación ocurre espontáneamente el terapeuta le reconoce al infante, «Sí ése es un lugar muy difícil y tienes todo el derecho a estar enfadado». Los sentimientos de cada uno deben reconocerse de alguna manera para que una curación profunda tenga lugar. Esto es especialmente cierto en los sentimientos y emociones de los bebés. Si el niño tiene una respuesta de enojo entonces es importante reconocérselo diciendo, «veo que estás enfadado» o «veo que estás contento», etc. El terapeuta debe reflejar con precisión los estados emocionales que se evocan en el bebé durante el tratamiento. No sólo debe reconocerse el shock que es resultado de las intervenciones médicas durante el proceso del nacimiento, sino que también requiere una disculpa. Como terapeuta, a menudo me encuentro a mí mismo diciéndole al bebé «siento lo que te pasó cuando naciste”.
Muchas intervenciones médicas son necesarias y muchas son completamente innecesarias. Pase lo que pase, frecuentemente asustan y traumatizan al bebé haciendo necesaria una disculpa. Esto es verdad, incluso si un terapeuta encuentra a alguien cuestiones de nacimiento cuando ya son adultos. El cliente, el bebé debe oír una disculpa para sanar esa herida. El infante experimenta una profunda sensación de traición emocional como resultado del shock y trauma en las intervenciones al nacer. El mensaje que captan al nacer es «No te vas a salir con la tuya, te obligo a hacerlo a mi manera». En algún momento de la primera o segunda sesión al trabajar con un bebé y cuando sé que están dispuestos a escuchar, yo les ofreceré una disculpa. También les haré saber que todos estábamos preocupados por ellos cuando nacieron y sintieron que tenían que hacer lo que hicieron para salvar su vida.
Las dos cosas más fundamentales que los bebés necesitan en su sistema respiratorio primario es espacio y opciones. La dinámica del nacimiento involucra compresión y escasas opciones, sobretodo si hay una cascada de intervenciones médicas. Una intervención frecuentemente lleva a otra. Por consiguiente el terapeuta, quien eventualmente establece el contacto bien-negociado con el bebé, hace estas dos ofrendas de espacio y opciones al sistema respiratorio primario del bebé. Estas ofrendas comprenden el primer protocolo clínico al tratar a los infantes. Una vez que la evaluación preliminar sobre lo que acabo de comentar se negocia completamente, el terapeuta puede hacer estas sugerencias telepáticas al bebé. El terapeuta está intentando contener los aspectos fisiológicos y psicológicos del shock y trauma del niño.
El terapeuta mantiene silenciosamente el shock y trauma como un testigo interior. Ciertos elementos del nacimiento pueden ser aludidos mientras el terapeuta está trabajando con el infante pero sin ser demasiado literal o descriptivo. Cuando el terapeuta detecta parte del esquema del trauma en el sistema craneosacral del bebé, él o ella podría decir «Oh, eso era mucho para ti» en lugar de decir, «Oh, aquellos fórceps eran grandes y desagradables». Las partes difíciles de la historia del nacimiento son consideradas por el terapeuta dentro de su corazón, quien entonces vuelve a contar la historia en silencio en presencia del bebé. De esta manera el shock y trauma ocurridos en el nacimiento se reconocen y se consideran en un contenedor silencioso. Esta comunicación se recibe y se integra en el sistema fluido del bebé. El terapeuta le sugiere espacio “¿te gustaría algún espacio aquí?». Entonces el terapeuta le sugiere opciones al bebé » ¿te gustaría hacer algo diferente aquí?».
En resumen, las sugerencias anteriores normalmente implican varias primeras sesiones en las que el terapeuta craneosacral ve al bebé. Por regla general no estoy más de 20 o 30 minutos con un niño. Si el tiempo va más allá, debe negociarse cuidadosamente sobre todo para niños con shock y trauma. En el capítulo dos continuaré tratando los temas siguientes para que el terapeuta explore a un bebé en terapia craneosacral, lo cual son las cuatro fases del nacimiento, sitios conjuntos y sendas conjuntas. En el capítulo tres continuaré hablando de la biodinámica del proceso de ignición en el sistema fluido del bebé durante el nacimiento y evaluando partes biomecánicas específicas del cuerpo entero y de sistema del craneosacral. Finalmente en el capítulo cuatro comentaré el desarrollo emocional en los niños. Mis mayores agradecimientos a mis mentores, Ray Castellino y Franklyn Sills, por mostrarme un enfoque de sentido común para tratar a los niños.
Por Michael J. Shea, Ph.D.
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